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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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23-09-2013

 

 

 


Uruguay y esas Malvinas de Nuestra América

 

SURda

 

Opinión

 


 

Julio A. Louis


Importa que Uruguay estudie la situación de las Malvinas. Ante todo, es necesario exponer los puntos de partida para ubicarnos.

 

I. Conceptos básicos

1) El sistema capitalista mundial o “globalizado” con un vertiginoso desarrollo científico-tecnológico es la infraestructura en que se sustentan las mega-naciones. Algunas lo son desde el pasado, otras se están edificando, pero sólo las mega-naciones pesan y pesarán cada vez más en el concierto internacional (Estados Unidos, Rusia, China, India, la Unión Europea). Si Nuestra América (América Latina y el Caribe) quiere ser respetada tiene que construirse como tal. Han terminado los tiempos de las pequeñas naciones, de las patrias chicas. Guiarse con ese concepto resulta tan reaccionario y anti-histórico como la defensa de los feudos en tiempos en que Europa construía sus naciones (Inglaterra, Francia, España, etc.). Vale para todos los chovinismos, la “orientalidad”, la “argentinidad” el “Brasil potencia”, etc. En correspondencia a lo dicho, para H. Kissinger, exponente del imperialismo, en Siria “el resultado que le gustaría ver” es un país desintegrado y balcanizado en “regiones autónomas”.

 

2) La construcción de las mega-naciones opera en una realidad en que la desigualdad de las naciones actuales determina que unas pesen más que otras: Alemania en Europa, Brasil en Nuestra América. Sin embargo, tenemos el antecedente ejemplar de Artigas que había defendido la justa postura tendente a la igualdad provincial; esto es, no se trata de sustituir el dominio colonial o imperialista para favorecer la dominación de algunas de las “patrias chicas” sobre las otras más débiles. Esa fue su lucha contra el centralismo porteño. Y debe ser nuestra lucha.

 

3) Las patrias chicas más débiles –caso de Uruguay- a la vez de defender los procesos de unificación, negándose a jugar el rol de cuña divisionista al servicio de grandes potencias exteriores, a servir de Estado Tapón con que fue diseñado por Gran Bretaña- tiene que defender sus intereses frente a las hermanas mayores. “En el mundo moderno, el que se aísla está condenado a morir. Pero el país que adhiere a soluciones integracionistas sin noción cabal de sus valores, está expuesto a diluirse, a convertirse en un apeadero, o en una colonia de vacaciones de los Estados vecinos”, ha dicho el Prof. Juan E. Pivel Devoto ( “Textos, antecedentes y trámite parlamentario ” del Tratado del río Uruguay del 7 de abril de 1961).

 

4) Uruguay puede y debe cumplir el rol articulador, como el Estado de Pennsylvania en la creación de Estados Unidos (Filadelfia fue la primera capital) o de Bélgica en la Unión Europea. Articular no es plegarse al vecino fuerte, mimetizarse a él. Uruguay tiene que aprender a lidiar con los fuertes y a defender a los débiles. Estamos obligados a ir “en el estribo de Brasil” como ha dicho Mujica, o de Argentina, pero su corazón tiene que latir junto a Paraguay, Bolivia, Ecuador.

 

•  Ignorancia histórica y desubicación

 

Muchos uruguayos participan de buena fe, creyendo defender a la Patria Grande, de la falsa idea que las Malvinas son argentinas. Se pliegan al patrioterismo argentino sin noción de nuestros derechos y valores. Digámoslo crudamente: las Malvinas no han sido ni son de Argentina, y el curso de los hechos indica que tampoco habrán de ser. Y esta afirmación -aún corriendo el riesgo que sea apropiada para hacer “anti-argentinismo” por patrioteros “orientales”- es la adecuada para el fortalecimiento de Nuestra América a través de UNASUR, del Consejo de Defensa Sudamericano, etc.

 

Argentina esgrime argumentos históricos y geográficos para considerar que las Malvinas le pertenecen. El argumento histórico es que la nación hereda lo que fueron las posesiones españolas. Pero, ¿cuál es la nación que hereda lo que fueron las posesiones españolas? Todos los vínculos con las islas se mantienen desde la Gobernación Política y Militar de Montevideo (1749) que será Sede del Apostadero Naval del Río de la Plata (1776) y eje de la formación de la Provincia Oriental. Años después de la independencia, en 1841 España cede a Uruguay (Tratado Hispano Uruguayo, ratificado en 1842 y en 1846) lo que se dirigía desde ella: la Patagonia, las Malvinas, el islario antártico y sus territorios y aguas adyacentes. Las Provincias Unidas (capital Buenos Aires) recién toman Saint Louis (1816) pero sus ocupantes son expulsados ya en 1833, en años de guerra civil entre los centralistas porteños y las provincias federadas. La Provincia Oriental invadida por portugueses y brasileños, o Uruguay (desde 1830), no estaban en condiciones de reclamarlas, lo que hubiera sido legítimo. Por otra parte, un acuerdo secreto entre las Provincias Unidas y Brasil al aprobar la Convención Preliminar de Paz (1828) con la fundación del “Estado de Montevideo” prohibía al nuevo Estado la creación de una flota. Las Malvinas salvo en ese lapso de ocupación (1816-1833) nunca fueron argentinas, como tampoco lo son otras islas del “Departamento de las Islas del Atlántico Sur” (Orcadas del sur, Georgias del sur, Sandwich del sur).

 

El argumento geográfico esgrimido desde hace casi doscientos años, sólo tiene fundamentos de peso recién desde 1992. En 1982 se reconoce internacionalmente las 200 millas marinas para los estados con costas. Esa extensión es menor a la distancia que hay entre la Provincia de Santa Cruz y las Malvinas. En cambio en 1992 la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar amplía la soberanía hasta 350 millas, y recién allí las Malvinas quedarían bajo soberanía argentina. Sin embargo, aun en ese caso, hay otro problema a dilucidar: varias islas en el mundo próximas a un país pertenecen a otro, una de las cuales es Martín García a 3100 metros de Uruguay y perteneciente a Argentina. ¿Es lícito que Argentina reclame las Malvinas como suyas por la proximidad y rechace idéntico criterio tratándose de Martín García próxima a Uruguay?

 

No se trata que Uruguay salga a competir con Argentina levantando la consigna “Las Malvinas son uruguayas”, que si nos atenemos estrictamente a la argumentación histórica tiene plena validez, como enseñaba el Prof. Eugenio Petit Muñoz, internacionalista y no chovinista. La cuestión es más compleja.

 

 

•  ¿Los isleños habitantes de casi 200 años no cuentan?

 

Los kelpers (kelp es el alga marina típica de las islas) traídos desde Gran Bretaña habitan las islas desde casi dos siglos. Hasta la guerra argentino-británica de 1982 habían sido relegados a una segunda categoría por los británicos. Directamente, no importaban para Gran Bretaña. Desde luego tras sufrir los isleños los mismos métodos brutales empleados contra su pueblo de parte de la dictadura argentina, la llegada de los británicos opera para ellos como una “liberación”. Habían sido destratados, pasaban hambre, por única vez hubo mendigos en las islas. Después de esa traumática experiencia, ¿puede esperarse que los kelpers acepten ser argentinos? ¿Qué se hace con ellos? ¿Se les expulsa porque hace siete u ocho generaciones sus antepasados ocupan con criterios colonialistas las islas? ¿Qué derecho distinto tenemos los descendientes de españoles, portugueses u otros europeos de nuestros países para ejercer la soberanía? ¿Acaso nuestros antepasados no ocupan y expulsan, esclavizan o someten a la servidumbre a los aborígenes? ¿Nosotros tenemos derecho a las tierras que habitamos desde hace siglos y los isleños malvinenses no lo tienen?

 

La ignorancia y desidia uruguaya para analizar este tema, ha permitido al patrioterismo argentino distorsionar la verdad y determinar que la UNASUR y el MERCOSUR se plieguen a sus demandas. Y que se haya tomado la resolución de impedir el acceso a nuestras costas de los barcos malvinenses, pero no de los británicos. Exactamente lo contrario de lo que correspondería hacer. Uruguay debiera impulsar lo que desean muchos isleños: la solución independentista para las islas y la desmilitarización de las Malvinas, base militar imperialista que apunta contra nuestros países. (En 2012 diecisiete intelectuales argentinos plantean la autodeterminación para los isleños). Uruguay debiera ser un interlocutor de los isleños, marcando diferencias con la resolución del engañoso referendo reciente.

Uruguay debiera reclamar en las Naciones Unidas sus derechos históricos (como los ha reclamado en la Antártida, tomando como base el Tratado Hispano-Uruguayo que también nos reconoce derechos sobre las Malvinas) para contribuir a una solución generosa: la independencia de las Malvinas, que pasaría a integrar en pie de igualdad, como Guyana y un tercio de los países de las Américas el concepto de Patria Grande, en la que muchos Estados no son descendientes de pueblos latinos. Para eso Uruguay debería dejarse de mirar el ombligo y sus ciudadanos ponernos a estudiar seriamente el significado de la Patria Grande. A lo largo de nuestra historia, pocos se han molestado a investigar el asunto. Ha llegado la hora de molestarse.

 

 

 

 


 
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